Cientos de crías de pingüino emperador aparecen muertos en la Antártida en extrañas circunstancias. Las fotos, tomadas por el fotógrafo de vida silvestre Daniel J. Cox, muestran los cadáveres de los polluelos esparcidos por el frío hielo ante la mirada de sus progenitores. En el artículo donde he extraído la noticia se hace más hincapié en la curiosidad del luto que muestran los pingüinos emperador por sus crías que por los motivos de las muertes de éstos. Es más, en el artículo los expertos admiten que no tienen ni idea de por qué han muerto los polluelos, aunque deja intuir que quizás las causas hayan sido por el frío o el hambre. Pero a nadie se le ha ocurrido pensar que es muy extraño que hayan muerto de hambre tantos polluelos a la vez y no paulatinamente. En cuanto al frío, lo mismo, pueden morir unos cuantos, las crías más débiles, pero no tal cantidad. En el mundo animal el fuerte vive y el débil muere, es así la selección natural. Pero en una especie preparada para sobrevivir en un ambiente tan inhóspito de hielo y frío, que mueran tal cantidad de crías resulta muy extraña. Juzguen ustedes.
