Mikko Hyppönen es uno de los expertos en seguridad online más reconocidos del planeta, célebre, entre otros muchos méritos, porque hace unos años logró encontrar a los creadores del primer virus en la historia de la informática, el “Brain” de los hermanos paquistaníes Amjad y Basit Farooq Alvi.
Hace unas semanas Hyppönen ofreció una charla en que explicó someramente cuáles son los tres tipos de ataques cibernéticos más frecuentes, definiéndolos a partir del atacante y sus motivaciones.
El primero, previsiblemente, lo integran los criminales en línea, cuya razón de ser es más o menos la misma que en la vida fuera de las computadoras: el dinero. Estos criminales, muchos de ellos multimillonarios, obtienen sus ganancias ilícitas, fundamentalmente, robando dinero de cuentas bancarias o colectando información de tarjetas de crédito que un usuario utiliza en una computadora desprotegida. En estos, como decimos, no hay mucha sorpresa, y en este sentido incluso suena lógico, como Hyppönen augura, que “en el futuro la mayoría de los crímenes ocurrirá en línea”.
En segundo lugar tenemos a los hacktivistas, siendo el ejemplo antonomástico el colectivo Anonymous. En este caso la motivación de sus acciones es un tanto más difícil de precisar, pero si hablamos de disidencia sin duda incluimos a muchos de estos individuos y grupos. La disidencia es su motor, la voluntad de ir en contra de medidas que desde cierta perspectiva podrían considerarse injustas.
El tercer tipo, sin embargo, es un tanto inesperado (o quizá no tanto), pues Hyppönen habla abiertamente de los gobiernos nacionales como entidades que actúan en línea contra sus propios ciudadanos.
Es cierto que esto no es nuevo e incluso el finlandés recuerda los métodos con que el gobierno de la Alemania comunista, en los años ochenta, podía rastrear al autor de un escrito que le incomodara. Procedimientos que al menos en sutileza nada le piden a los que se usan actualmente.
Hyppönen cita el ejemplo del gobierno egipcio encabezado por el depuesto Mubarak, en cuyos archivos se encontró el contrato de una empresa alemana que cobró más de 200,000 euros por la tecnología necesaria para leer los correos electrónicos de cualquier persona.
Sin embargo, como dice Hyppönen, si ya es alarmante que gobiernos y compañías occidentales provean a regímenes totalitarios de las herramientas para espiar a sus propios ciudadanos, todavía es más sorprendente que esto mismo se realice en esos países supuestamente democráticos en los que dichas prácticas no tienen cabida. El mismo gobierno alemán utilizó un virus, el ”Staatstrojaner”, en personas sospechosas de haber cometido un delito para infectar sus computadoras, conociendo así su comportamiento en línea, sus contraseñas e incluso teniendo acceso a sus conversaciones por medio de Internet.
Y aunque quizá más de uno justifique estas acciones por el fin perseguido o por el supuesto de que “no tienen nada que esconder”, Hyppönen es claro al respecto: “el derecho a la privacidad no está a debate; no es una cuestión de privacidad versus seguridad: es una cuestión de libertad versus control”:
[La pregunta es] si podemos confiar en nuestros gobiernos aquí y ahora [...], si cualquier derecho que concedemos lo concedemos para bien y si podemos confiar, ciegamente, en cualquier futuro gobierno, un gobierno que quizá tengamos de aquí a cincuenta años. Y estas son las preguntas que tendremos que hacernos por los próximos cincuenta años.
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